martes, 10 de marzo de 2015

CARTAS


huellas del abandono

LA CASA DE PEDRO


El silencio, la quietud, la zozobra,
hacen esfuerzos por no decorarla de penumbra.
Mirándola de frente, diría que esta desabitada,
que le falta una luz femenina que se aleja.
Diría que los visillos cuelgan con indiferencia,
que el viejo laurel, la mesa, las sillas del jardín,
miran hacia otro lado como si renunciaran al futuro.

Todo permanece de un blanco inmaculado
como un día de boda.
Todo permanece igual que una promesa:
Pedro cuelga su ropa en el tendedero,
la cancela abre sus días al silencio,
la quietud y la zozobra.


© Antonio Delgado
febrero/2015
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CARTAS

Jueves, 9

No me dijiste, Laura,
(mechas entreveradas
de rubio en el castaño de tu pelo)
que tu risa sonaba
como arroyo de fuente cantarina
con brillos de lucero.

Tampoco me dijiste
que una perla perdida de tu boca
—rosa, clavel, prometedora, loca—,
por la lisura tersa
de tu mejilla cándida y bermeja,
se te subió a la oreja.

Ni me hablaste del novio
de mirada de mar y de nostalgia,
—ese que te despierta con sonrojo
en cualquier madrugada
venido de algún sueño tembloroso
a posarse en tu almohada
y a mirarse en el verde de tus ojos—.

Olvidaste decirme, niña Laura,
muchacha alcalaína,
—por la cruel premura de la hora
que todos los secretos atesora—,
de los mayos y abriles que te adornan,
con cuántos cuenta tu figura alpina.

Dime, Laura, porqué: porqué será
que no me lo dijiste
—mira cómo me pongo mustio y triste—.
¡Anda!, y háblame ya de tu secreto,
de tus anhelos, de tus emociones,
de tu “Laura no está…”,
esa canción que cantan las canciones.



©pbaediciones




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