martes, 12 de abril de 2016

INVIDENTES


Foto Drus. Grupo de invidentes en la nieve

abren fronteras
amplifican la vida
las ilusiones

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BORDAS DE HIELO


Vengo a verte pasar todos los días,
vaporcito encantado siempre lejos...
¡Tus ojos son dos rubios capitanes;
tu labio es un brevísimo pañuelo
rojo que ondea en un adiós de sangre!
Vengo a verte pasar; hasta que un día,
embriagada de tiempo y de crueldad,
vaporcito encantado siempre lejos,
¡la estrella de la tarde partirá!
Las jarcias; vientos que traicionan; vientos
¡de mujer que pasó!
Tus fríos capitanes darán orden;
¡y quien habrá partido seré yo...!


©César Vallejo

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17 CUATRO AÑOS



Cuatro años mi nieto. ¡Mi nieto cuatro años!
Caminamos al parque, su mano de mi mano,
que yo le dije ¡venga!, y él me dijo que: vamos.

Quería columpiarse y jugar en la arena,
y tirar de las trenzas a una niña morena
de calcetines blancos y blusa de verbena,

montarse al caballito y subirse al castillo,
saltar el tobogán, espantar pajarillos,
correr y provocar a los otros chiquillos…

Avistamos el parque dentro de aquel jardín,
un parque en otro parque, el uno chiquitín,
con niños que jugaban al rosa y al verdín.

Pero yo no quería entretener el tiempo
mirando sus cabriolas en tobogán y juegos,
de modo que le dije: no es de tu edad, mi cielo.

Y el niño, convencido, miró para otra parte,
dijo que no quería entrar en ese parque,
porque era de pequeños, aunque jugaran grandes.

Le dije: buscaremos un parque más allá
en donde con los niños de tu tiempo jugar,
¿o quieres que pasemos a ese de más edad?


Mi nieto, convencido de sus cuatro veranos,
dijo que nunca iría cogido de mi mano
a un parque de mayores ni a un parque de enanos.

Para un niño pequeño, razonar, imposible,
sin darse cuenta aprende a hablar lo imprescindible,
pero que no le pidan que piense lo plausible.

Un niño es un arcano de todo lo presente,
ve solo lo que toca, eso que vive y siente,
en su mundo no existe aquello que está ausente.

Mi nieto, cuatro años, será de cinco un día,
pienso con una pizca de vil melancolía,
y caigo en la certeza de mi lenta agonía:

qué iluso, que pedante la mente del abuelo,
pensar que son el mismo de cuatro y cinco el nieto.
Él tiene la evidencia. Él sí que está en lo cierto.


©pbernal

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