martes, 30 de abril de 2019

LA CASA BRUJA


lagos de la Alhóndiga
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en el rocío
la luz difuminada
de olvido llora

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EL DESAYUNO

Me gustas cuando dices tonterías,
cuando metes la pata, cuando mientes,
cuando te vas de compras con tu madre
y llego tarde al cine por tu culpa.

Me gustas más cuando es mi cumpleaños
y me cubres de besos y de tartas,
o cuando eres feliz y se te nota,
o cuando eres genial con una frase
que lo resume todo, o cuando ríes
(tu risa es una ducha en el infierno),
o cuando me perdonas un olvido.

Pero aún me gustas más, tanto que casi
no puedo resistir lo que me gustas,
cuando, llena de vida, te despiertas
y lo primero que haces es decirme:
«Tengo un hambre feroz esta mañana.
Voy a empezar contigo el desayuno».

Luis Alberto de Cuenca
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LA CASA BRUJA

“La luna es un pozo chico
las flores no valen nada…”
(Federico García Lorca)

Un mechón de cabellos de avena y hierba seca
enjaeza el alero de una casa romántica
poblada de vacío, de recelo
vestido con ropajes de gitana
que a su reja se asoma con la luna
embozada en su bata.

Amores encendidos
invento cuando cruzo ante la casa
debajo de sus mechas de colores
—que rebosa de tejas huidizas, quebradas—
y en la reja un atisbo
de luz y de candela y de nostalgia.

Una noche de luna
lloraron sus paredes encaladas
cuando se vino abajo en un escombro
el cielo raso de una de las salas.
Y en la reja se oyeron
lamentos de cristales y fantasmas.

Cedieron travesaños. Un patio de jazmines
de polvo se llenó en la madrugada
abriendo a las estrellas
el abandono triste de la casa,
oculto al vecindario por el muro
esbelto y sólido de su fachada.

Mas, cada luna nueva,
antes de que se rompa la alborada,
al lado de la reja
—abierta y rota y sucia su ventana—
una sombra requiebra
a una sombra vestida de muchacha.
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CATARATAS 3

Con la luz del alba despiertan los pétalos.
Tréboles enseñan sus verdes urgentes,
y la rosa roja sus púas hirientes…
En la acera enseres, lágrimas y duelo.

En esta mañana de límpido cielo,
bajo la delicia de nubes ausentes,
hoy, a mi vecino, como a tantas gentes,
van a desahuciarlo. ¡Rabia! ¡Desconsuelo…!

Tímidos obreros pasan a su tajo,
temerosos, tristes; miran hacia abajo
como en esos cuentos de escenas distópicas…

Algunos, al frente, no ven su futuro:
solo ante sus ojos vislumbran un muro
donde sus historias son miodesópticas.

Pb/2019
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LA MANZANA

Desearía no haber tenido relación con este sórdido asunto, pero cuando se es un gusano no siempre se tiene elección.
En aquella ocasión, como en otras muchas, fue el hambre y un cúmulo de desastrosas casualidades las que produjeron la catástrofe. Las manzanas, siempre las manzanas. Como a Blancanieves, a Eva y a los protagonistas de otros cuentos infantiles, a mí también me arruinó la vida una apetitosa manzana. El único consuelo fue que Guillermo compró a los testigos y cambió manzana por cabeza en el relato de los hechos para convertirse en héroe. Mientras tanto nadie reparó en mí, salvo Guillermo, claro, aunque imagino que con el tiempo olvidó mi fatídica intervención. Ahora que se acerca mi último vuelo de mariposa, necesito contar el final real de la historia para acallar mi conciencia. Guillermo no acertó en la manzana, mató a su hijo y no fue por mala puntería. Rompí su concentración al asomar la cabeza fuera de la manzana para ver qué provocaba aquel súbito silencio.

Miguel Torija Martí
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