sábado, 5 de septiembre de 2009

ÁRBOL SIN SOMBRA


No tala el leñador los troncos de los árboles,
sino sus sombras, que arden más despacio.

Llueve sin remordimiento en el mar.
Agua dulce que accede a ser estéril.
Agua maldita que nada fecunda.

Los cálculos del topógrafo
revelan dónde iniciar el desmonte.
La desembocadura traicionará al deshielo.
Servidumbre inescrutable
de la sed y la fatiga.

Si el calor no instilara
a la tierra el afán de la arena
ni al surco el del cauce seco.

La equidistancia
del río evaporado.
El hedor de la leche corrompida en las ubres.
Semen de sal.
El insomnio de las embarazadas
ha podrido la cosecha.

Durará la vida lo que dure el fuego.
Los árboles no darán ya sombra
en la que sentarse a descansar.


José María Cumbreño
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Nadie se despide bien muriendo.


Jesús URCELOY
urcelología
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Trenzar tu cabello


Trenzar tu cabello y destrenzarlo
como un oficio nuevo
para este cambio de parámetros sociales y económicos...
licenciarse en trenzarte el cabello durante toda la vida
y hacer cursillos de capacitación en ponerte pasadores y quitártelos,
en peinarte y despeinarte,
en mojarte el pelo en la palangana blanca de porcelana,
en secarte con ímpetu y toallas,
en rizarte y alisarte,
en descubrir tu nuca bajo un moño
o en hacerla danzar con una coleta alta...

Secar tu cuerpo recién salido del baño
y perfumarlo como un trabajo imprescindible
para este nuevo mundo que asoma,
porque los tiempos están cambiando...

secarte el cuello como pulir un mástil,
las axilas como rebañar los cuencos de la mejor comida,
los brazos como barnizar las alas del ángel...
secarte los pechos como se pasa un paño por las tulipas globulosas del dormitorio,
el vientre como se da la cera en el parquet,
las caderas como se pulen los lomos de un laúd recién lijado,
las ingles como entra la lengua golosa en el cucurucho del helado,
los muslos como cae el satén sobre un cuerpo desnudo,
las corvas como se limpian los candelabros de plata,
las rodillas como se da brillo a las manzanas reinetas verdes...
secarte las pantorrillas,
los tobillos,
los pies enteros
como a los tenedores de alpaca
o a la aldaba de bronce que luce sobre mi mesa...

Mirarte hasta caer agotado como empresa mejor del mundo recién mudado...
mirarte las manos como euphorbias creciendo,
mirarte la boca haciéndose lavanda si me hablas,
mirarte el bocado del pecho con todo el hambre que me dejen los tendones,
mirarte las nalgas si te agachas como si fueran frutos maduros recién caídos...
mirarte caminar sin que me veas.

Hacer profesión de ti,
porque el mundo está cambiando.

Luis Felipe Comendador
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La calva y el marro


Dale a la calva, marro, dale a la calva.
A la calva de encina pulimentada,
golpeada, sufrida; sacrificada.

En el juego es el yunque, lisa, callada;
de madera de encina; cobra soldada
soportando del marro ser golpeada.

***

La mano atrapa, mece y acaricia
al cilindro de vivo acero inerte,
mientras, fría, la vista mide fija
la parábola exacta, curva y puente.

Hacia atrás, adelante; mano: garra.
Es el juego de inercias de la suerte
en un baile de abrazo y de guirnalda
donde danza y pendula el hierro ardiente.

En el último impulso, el marro jala
de la mano: la garra se distiende,
y es un ave de presa contra el alba
su planeo acerado, neto, breve.

Fija la trayectoria mente y alma.
Dibuja comba el marro, indiferente.
Un batir de color roza la calva,
y ruedan. Y en el suelo se estremecen.

Dale a la calva, marro. Dale a la calva.


pbernal
2003
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