domingo, 6 de septiembre de 2009

Os juro que lo intento


Juro que lo intento,
que intento escribir bien cada día,
que busco el lugar silencioso
y me pongo a la faena
con los guantes de piel que son las manos…
y a veces me siento como un yonki
si no encuentro el momento de escribir,
y soy el desequilibrado del día o de la noche,
y escribo en la cabeza mientras me hablan…
juro que lo intento,
que intento escribir como los ángeles
y desgastarme por dentro
hasta soltarlo todo en forma de palabras,
que me vacío,
que sufro hasta pellizcarme los muslos
si no encuentro palabras que describan lo que quiero…

Pero, ¿para qué escribo?,
¿para quién escribo?...
yo qué sé.

Verás,
cuando no puedo con el alma
y estoy espeso
y no acierto a saber de qué decir o cómo…
me voy a lo caótico y describo
como un loro atontado
cada imagen que estalla en mi cabeza,
me dejo y sale todo como un vómito
hermoso hasta que llega
el tiempo de la calma y unos puntos
suspensivos
me vuelven a mi estado primigenio.
Otros días, sin más, escribo a tientas,
como el ciego que sabe lo que quiere,
pero no ve la luz de la mazmorra…
esos días me salen
notas para criptógrafos que yo apenas entiendo.

Los días más hermosos, los mejores,
son los que he visto algo sugerente
y lo he tenido varias horas puesto
[en los ojos, en la boca, en la cabeza…]
… ataco la escritura con pericia,
con título y con saña, con finales…
la ataco con pasión y tengo prisa
por acabar el reto…
y leerlo, y releerlo.
Juro a todos que intento escribir bien,
que me vacío,
que en este reto va todo mi empeño
de ser y de existir, que solo así
me crezco o me adelgazo,
que siento y me defino,
que grito y me sustento.

Algunos días soy la voz de todos
[y luego me avergüenzo];
otros días, yo mismo y mi misterio;
otros, la herida exacta sobre algún pecho;
muchos, la blanda crema
de lo que me hace viejo…

os juro que lo intento.


Luis Felipe Comendador
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Menos que nada


Ayer mismo tejías con tu afán
en las ramas desnudas de los árboles
el lino de los sueños,
o subías al cable, y allí filosofabas
mirando desde arriba nuestras cuitas,
estos afanes nuestros, hechos también de ramas
que han perdido y ganado tantas veces
como el mundo sus hojas. De qué modo
sostenías tristezas y alegrías
trabajando con mimo tanto aire,
panadero celeste, levadura
de un pensar insaciable
que miraba tus vuelos y revuelos
y tus alegaciones y tus algarabías
como trajín humano.
Ay, pequeño gorrión, cuanta materia
había en tu jornada, cuanto peso
en ese corazón. Más que columna
era tu pulso, sosteniendo el sol
o metiendo la noche bajo el ala
donde tú la ordenabas con el pico,
o con el pico en alto
esparcías estrellas a lo ancho
como el que escoge el grano.
Si a mi mano viniste alguna vez,
pude dar fe de tu increíble vida,
que quemaba en los dedos como un ascua.
Estas negras heladas o la vejez o el hambre,
hambre de ser y sed de tantas hambres,
te llenaron de frío, y hoy has muerto,
como hoja también, al pie de un árbol.
Al levantar tu cuerpo daba miedo
lo poco que pesabas habiendo sido tanto,
menos que plumas solo,
menos que nada
y esa nada también, mas de otro modo,
me han quemado las manos.
Ay, mi pobre pardal, dime tú ahora
en este desamparo
qué hará con tales manos tu poeta,
que ni para pedir limosna sirven.


Andrés Trapiello
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En todas las películas españolas antes o después sale un cura.


Jesús URCELOY
urcelología
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La gata Cortijera


¿Maúllas, gatita, linda y bonita?

Son lastimeros e interrogantes
tus maullidos vociferantes.

Saltas, maúllas, buscas, husmeas;
te acercas, hueles y mordisqueas.

Con tus ojillos y tus orejas,
curioso bicho, me desmadejas…

Miras y escuchas, y tus maullidos
son como agujas en mis oídos.

Mas no me mueven tus aflicciones
a que comprenda yo tus razones.

¡Mira qué cosas!: un juramento
hace que ignore tu sentimiento.

Viajas caminos desconocidos
desconcertada por los sonidos
nuevos, extraños, en tus oídos…


pbernal
2003
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