Tú sabías de ti,
Yo simplemente me levanto
Hoy solo queda la voz del encuentro,
y ahí,
la alegría de traerte,
de robarte,
de poder contar contándote.
Has llorado con:
los aviones que proclamaban
que todo había terminado;
la estación amarilla diluida en la noche,
y la voz de Rulfo en:”diles que no me maten”;
y la niña mendiga de Lisboa
que te pidió un “besiño”.
Nos acuna una nana que tararea,
Eres un niño que está serio.
Perdió la risa y no la encuentra.
Será que habrá caído al mar,
la habrá comido una ballena.
Pepe,
que lejana está la nieve sin la luz
que ya no nos visita,
queda el silencio de la lumbre,
la llama cimbreante de tu fuego,
nosotros,
tan solo ese ejercicio medular
de reinventarte.
Torvisco
martes, 27 de marzo de 2007
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