lunes, 12 de marzo de 2007

sin título

Cualquier excesivo entusiasmo podría llevarte al dolor del fracaso.
Vigila caminos de piedras traidoras.
Observa tu entorno cercano. Que si te preguntas
sin pensarlo puedas responderte sin falsa insolencia.

Y una vez que te pongas en marcha con todos tus bártulos,
y tus pasos dirijas paciente forjando senderos,
y tus ojos agudos descubran en la lejanía la línea celeste,
(contornos amigos que se desdibujan
y te llaman con leve susurro y las manos abiertas),
suaviza tu pulso.

Pon la mano cerrada en tu pecho, e inspira muy honda
la brisa temprana
con la calma que da el corazón cuando no se apresura
y el galope se pierde en la bruma de la primavera

Y no mires atrás, ni a los lados: al frente dirige tus ojos
por esa vereda que naces con cada pisada,
por ese reguero que creas con cada vocablo,

por el rastro de tinta que dejas trazando las letras.

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