Guantes negros aterrizan en la mesa,
dejan libres los dedos
que vuelan sobre bocadillos de deseos
en el marco del desayuno diario,
sus ojos apenas se levantan
del té verde.
Con el brillo de la excitación,
sus manos sacan del bolsillo de la chaqueta,
un arrugado sobre, con folio dentro,
su mirada presurosa, recorre una y otra vez,
los renglones llenos de letras,
casi no puede creer, que hoy, por fin,
haya encontrado el manjar pedido,
él que se había negado ya el triunfo,
él que había perdido la batalla con la suerte,
por fin puede aspirar tranquilidad y…
dejar las arenas de volcán de su actual trabajo.
Sale de nuevo a la calle, a la entrevista deseada,
lleva un traje de melocotón transparente,
que activa su elegancia,
¡Por fin está en soñada cita!,
un entrevistador frío, le pregunta…
por su experiencia, sus cursos y como no por su recomendación,
su boca se queda muda,
no sabe que decir,
¡Recomendación! Si el no conoce a nadie,en puesto importante,
solamente, su voluntad y su buen hacer.
La voz continúa…
lo sentimos señor este puesto está dado,
inténtelo de nuevo. Quizás otro día. ¡Quién sabe!.
La calle le envuelve con su frío,
el sueño se ha hecho añicos,
El triunfo necesita ayuda adicional.
sábado, 8 de noviembre de 2008
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1 comentario:
No sé por qué, Conchi, esos sueños rotos son lo que más nos acompaña en la vida. Este poema está muy bien logrado.
En cuanto a las redondillas culinarias, trabaja la rima de la primera.
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