lunes, 29 de junio de 2009

AL CALOR DE LA NANA


Duerme, pequeño randa.
Tu mama está contigo.
Cuida de tu vigilia.
Te vela su cariño.

Tu risa me arrebata,
tus ajos y tus gritos,
pero la noche viene,
duérmete ya, mi niño.

Ya tomaste la teta,
ya te cambié de pico,
ya te quité la caca,
ya te limpié el culito…,

y la estrella lejana,
ésa del infinito,
para ti he de traerla
si la quieres, chiquillo.

También la luna llena
y el brillo del zafiro,
y el pájaro que canta
al alba y al rocío…

Pero, duerme, muchacho,
el día ya se ha ido
y te canté la nana
y te tapé del frío…

(Debajo de su manta
igual que un pajarillo,
desde su blanca cuna
me mira divertido.)

Ya le canté la nana.
Ya se quedó dormido.
Sueña, preciada prenda,
con los cuatro angelitos.

Decidle a las muchachas
que lavan en el río:
no cantéis ya más coplas;
mi niño se ha dormido.

Callad, callad, cencerros.
Cesad, cesad, silbidos
del viento en su ventana:
el niño está dormido.

Brisa madrugadora,
no azotes al olivo,
sol que vienes al alba,
aguanta los sonidos,

pues en la noche clara,
entre algodón y mimos,
al calor de una nana,
mi niño se ha dormido.

pbernal
algo de ti
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Perversificaciones

51

Si los ojos dejaran sus señales
en aquello que miran, no pudieras
moverte ni ya andar. Porque tendrías
heridas y arañazos en las piernas,
cicatrices de amor, rastros de hambre,
mordiscos de jaguar bajo tus medias.

Ángel García López
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