Ante la inmensidad del mar, llorabas.
El mar te provocaba. Sinfonías
te besaban los pies. Tú te apartabas
en el juego de siempre. Y te reías.
En la arena, palabras y mensajes
de allende el mar el mar depositaba.
Sueños, ternura… Restos de abordajes…
Risas y músicas amontonaba.
— ¡Hola!, —dijiste al mar. Lo saludabas
igual que se saluda a un compañero.
— ¡Hola!, —le repetías—, ¡marinero!
Con qué placer al mar lo celebrabas.
Reías y llorabas de alegría
al saber que de ti el mar se acordaba.
Y al ¡hola, mar, amigo!, contestaba
con olas de amistad y bizarría.
pbernal
de Cartas...
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