El sol pintaba rosas
de primavera por su encrucijada.
Un hálito de vida, de horizonte,
con trazo sinuoso, recortaba,
- rompiendo azul de cielo desleído
en pálidos retoques de alborada -,
balcones, chimeneas,
aleros, y tejados, y terrazas…
La radio lo decía
y tú lo confirmabas.
Autobuses urbanos puso luces
a sombras derrotadas.
El tren de cercanías
en la estación obreros derramaba.
Miraban con despego.
Como si no supieran nada.
Hacían su camino
por galerías, sendas, antesalas;
subían escaleras
y a las calles bajaban
como río que cruza y se reparte
entre fronda y guirnaldas.
Y todos insistían.
Como si no supieran nada.
Lo decía el relente.
La acera lo contaba
con palabras nerviosas y tranquilas
vertidas en cascada
a todos los rincones
de la ciudad que despertaba.
Los ojos de la noche,
cansados, se cerraban
al paso de tu paso.
Y todo lo gritaba
aunque nadie supiese
de primavera por su encrucijada.
Un hálito de vida, de horizonte,
con trazo sinuoso, recortaba,
- rompiendo azul de cielo desleído
en pálidos retoques de alborada -,
balcones, chimeneas,
aleros, y tejados, y terrazas…
La radio lo decía
y tú lo confirmabas.
Autobuses urbanos puso luces
a sombras derrotadas.
El tren de cercanías
en la estación obreros derramaba.
Miraban con despego.
Como si no supieran nada.
Hacían su camino
por galerías, sendas, antesalas;
subían escaleras
y a las calles bajaban
como río que cruza y se reparte
entre fronda y guirnaldas.
Y todos insistían.
Como si no supieran nada.
Lo decía el relente.
La acera lo contaba
con palabras nerviosas y tranquilas
vertidas en cascada
a todos los rincones
de la ciudad que despertaba.
Los ojos de la noche,
cansados, se cerraban
al paso de tu paso.
Y todo lo gritaba
aunque nadie supiese
que tú también estás enamorada.
pbernal
de Cartas...
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