miércoles, 27 de agosto de 2008

El sueño


La sábana revuelta. La luna, negligente.
Sueños de madrugada nacen en un rincón.
La sombra de la noche arropa con sus alas
el tenue desafío de la respiración.

Un sueño temerario, más vivo (o más doliente)
eleva su sigilo trepado en algodón
y otea el horizonte vestido de pijama,
la mano en la visera y el ojo de ladrón.

Planeo de visillos encubre tus encantos.
(La luna marchitaba toda la habitación,
y un rayo misterioso, reflejo de un reflejo,
trazaba su camino hasta tu corazón).

El sueño, vigilante, inmóvil, apacible,
se sume en la congoja de una sutil pasión;
y busca, se desliza sobre un brocal en sombra
de fondo inescrutable, de fuego, de carbón.

El ruido de la noche oculta tu silencio.
(La luna sonreía por su provocación:
caricias dibujaba la plata de su rayo;
pintaba fantasías de gozo y desazón).

Pendiente del misterio, alerta a sus mentiras,
enhiesto su deseo a punto de explosión,
el sueño se remonta sobre la luz de plata,
ingrávido, paciente; y busca la ocasión.

Mas tú, bañada en luna, en sombras jaspeada,
vivías otro mundo sin consideración
al sueño, trastornado por un sueño prohibido,
que soñaba contigo… En tu mismo colchón.

Y, al alba, cuando vino el sol a tu ventana,
y el canto de la alondra de ti se distanció,
desanimado, triste, como la bruma tibia,
el sueño temerario en luz se disolvió.


pbernal
de Cartas...




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