martes, 2 de septiembre de 2008

Décimas para una dama




Señora de plata y oro
recluida entre montañas
de libros, y telarañas
de sinsabor y decoro;
las alas son tu tesoro:
con ellas ganas el puente;
y aquel prado; y esa fuente
de anhelos; y la azucena
que te brinda un alma buena
desde historias diferentes:

“…una muchacha divina
reclinada en el estrado;
el ademán, despechado;
las lentes con esclavina”…
En tu gesto se adivina
el fuego de su mirada,
devorando despiadada
novelas del corazón.
Consumes su desazón
hasta quedar abrasada.

“…jovencísima doncella
de sueños y pundonor;
una vida, resplandor,
de vivencias rica y bella;
un barco en una botella;
piratas en la llanura;
islas; desiertos; bravura
derrochada desde el lecho…”,
y en el horizonte un techo
de nostalgia y amargura.

El silencio te delata.
Tu fragancia deja rastro
en tu perfil de alabastro.
En tus cabellos de plata,
tu horizonte se dilata,
sentada en tu mecedora,
con el libro que atesora
esa arruga de tu frente,
viva; cantarina; ausente;
brava; libre y… soñadora.


pbernal
de cartas...

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