Una mesa. Y un banco. Y el vacío.
La nada se apodera de la pluma
y se van de viaje a una nube que sube,
paso de caracol, por la escalera.
Un pájaro farfulla, y acudo, por si acaso,
pero vuela, vuela, vuela
a un suave trotecillo de gacela
y me deja su nada en la cortina.
Descubro que la brisa
capotazos le pega a la ventana,
y destrozan mis ojos pedazos de cristal
y de visillo en busca de la cosa
esa que yo buscaba tan… ¿me sigues?
Dos horas, tres; cuarenta…
Sudo la tinta. Subo la escalera.
Me aposento en la nube. Busco el nido
como depredador empedernido,
pero nada de nada. Yo en el banco
y en la mesa el papel, planchado y blanco.
La nada se apodera de la pluma
y se van de viaje a una nube que sube,
paso de caracol, por la escalera.
Un pájaro farfulla, y acudo, por si acaso,
pero vuela, vuela, vuela
a un suave trotecillo de gacela
y me deja su nada en la cortina.
Descubro que la brisa
capotazos le pega a la ventana,
y destrozan mis ojos pedazos de cristal
y de visillo en busca de la cosa
esa que yo buscaba tan… ¿me sigues?
Dos horas, tres; cuarenta…
Sudo la tinta. Subo la escalera.
Me aposento en la nube. Busco el nido
como depredador empedernido,
pero nada de nada. Yo en el banco
y en la mesa el papel, planchado y blanco.
pbernal
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