El hombre del turbante, sentados en el suelo,
contaba a los muchachos de túnica y chilaba
historias junto al fuego. Los camellos dormían
en la noche estrellada.
Historias de combates crueles y sangrientos
perdidos en el tiempo de su memoria vaga,
relatos de exterminio, de guerra y amargura
de ayer. Y de mañana.
“— Cuando la luna brille en todo el firmamento
se romperá la noche con ruido de metralla,
labrarán en la tierra surcos de sangre y miedo
en la dura cruzada;
eludirán la lucha; reservarán el fuego;
dibujarán la arena con tanques y con balas;
la máquina de guerra avanzará precisa
para salvar su causa,
mientras, los comerciantes, con especial cuidado,
pedirán al soldado que proteja con rabia
esos campos de pozos sembrados de oro negro:
ahí está su ganancia…
Se pudrirán las aguas tranquilas del desierto
cuando los tanques pisen arena ensangrentada:
cautivos animales arrojarán protestas
de sed contra las armas.
Paisanos y civiles, los niños y los muertos,
gritarán contra el yanqui por su tierra quemada,
añorarán los tiempos del depuesto tirano:
no está su hambre saciada.
Cada extranjero vivo será un pirata nuevo
en busca del tesoro oculto en nuestra entraña,
y en todas las esquinas de aldeas y ciudades
verán desconfianza.
Vomitarán azufre en la ciudad; y el pueblo
verá como construyen del cielo la muralla;
y nuestros propios hijos con armas enemigas
matarán su esperanza.
Soldados inocentes irán a las trincheras
nacidas al comienzo de nuestra noble patria,
y alentarán la muerte entregando la vida
al odio y a la espada”.
El viejo del turbante, sentados en el suelo
oscuros muyaydines de túnica y chilaba,
repetirá la historia. Kalasnikof vigila
en la noche estrellada…
pbernal
de cartas...
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