lunes, 1 de septiembre de 2008

Diatriba contra la rima


Despierta, vida mía, mujer enamorada
del ensueño y la musa. El tropo y el arcano
se ocultan en la bruma del último verano,
en la playa de siempre: en su dulce morada.

Es de día. Despierta, poeta enamorada.
Despierta de tu sueño de pensamiento vano.
Levanta de tu lecho. ¡Ea!, dame la mano,
y juntos marcharemos abriendo la alborada.

Deja la noche injusta. El alba es tan hermosa…
Tantas cosas cambiaron en este amanecer…
Hoy no puede cantarse con términos de rima.

Ya nadie la pretende. Ni la escribe. Ni mima
como mimaban antes al lirio y a la rosa,
(y a la melancolía), con tinta del ayer…

Olvida, poesía,
amorosos pintar de rima versos.
Domina la mecánica celeste,
parafernalia técnica del estro.
El ritmo. La medida: melodía,
vehículo de vida y sentimiento.
Traza el lenguaje mágico,
pero deja la rima, orate de los sueños,
Dedícale a tu amada
la sinuosidad de tu desvelo:
esa noche pasada a la intemperie fría
del miedo, de la duda, del silencio,
recítalo en la esquina de la pava;
pero sin rima en los versos

Contra el sol de la mañana
camina; ve de la mano
de un sofista y un cristiano
sin demora, sin desgana.
Lávate en la palangana
esas legañas. Sublima
el camino de la sima,
y aléjate del teorema:
cuando escribas tu poema,
traza los versos sin rima.

Porque, mira,
de párvulos sería, de párvulos en juego
sobre la arena fina de singular piscina,
ceñirse a la tarima,
señuelo de la rima.
¿No ves que causa grima
este desasosiego de la rima?
Ajusta sinalefas
para que los acentos encajen en su punto;
y un verso sea siempre un verso,
con su música rota, o armoniosa;
con su medida,
o inventado en la cresta de la ola
de la modernidad; pero sin rima.
Practica el verso blanco, con medida;
disfruta la maldad del verso libre,
y abomina de la pesada rima,
que lastra la edición de tus poemas…
Porque ya no se lleva.
Y no le tengas pena.
La rima es el refugio del inepto;
la desazón del aire que cabalga,
traqueteo indecente
de un tren de los cuarenta,
renqueante su tránsito precario
por los cerros del tiempo que morimos.
Rompe los pareados; los sonetos;
zejeles, seguidillas, villancicos;
décimas y cuartetas…
Escribe tu metáfora seguida
en la cuartilla,
y córtala en pedazos diminutos.
Vas a ver lo sencillo
que resulta forjar sin desatino,
con despreocupación
de la búsqueda queda o bulliciosa
de esa palabra que con rima
rima.

pbernal
de cartas...






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