jueves, 25 de septiembre de 2008

ELLAS, TAN SOLO ELLAS

ELLAS, TAN SOLO ELLAS


Sara, Carmen, Ana, Mayte. ¿Alguna más?

Cada día se hace nuevo.
Con el mismo nace el estadío impropio de un despertar ausente, que se dificulta con la burla sonora del tiempo.
No hay estadío, sólo un sitio simple, cómodo al rigor del tiempo que rodea al ritmo de la vida.
No hacen falta palabras, ellas solas vienen y van, y se quedan atrapadas en el aire sin descifrar.
No se descifran las palabras, se escuchan. No mueren, se agitan y se despliegan intentando cavar el oscuro sentir de la vida que no cesa.
Se incorporan los ausentes transeúntes. No es sólo un lugar, ni un sitio.
Es el retorno al silencio, ese silencio que se adormece, sino que vive dentro de si, es el silencio estratégico de secretos que no te han de mojar más que los labios con el sabor frío del licor, ese silencio cobijado por la música y las voces que no turban tu mente.
Me bebo todo el silencio y naufrago en él, condensando la armonía de la risa y la palabra.
Sigo esperando a que se abra la puerta, para que salga alguna de ellas y me vea.
La puerta continúa cerrada y mi mente se confunde, se retrasan mis pensamientos, una voz interior me pide que me acerque. Al acercarme, me doy cuenta de que soy yo quien tengo las llaves y me corroe el alma por no haber invitado a Sara, a Ana, a Mayte, a Carmen, y a... a alguna más. Las dejé fuera y yo sigo estando allí ausente

Zepi.

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