domingo, 11 de enero de 2009

Hierro y humo 1 (1 de 3)

SOLO

Solo. Atento a la jugada
del azar que la vía presenta cada instante,
la máquina del tren va manejando.
Gobierna, mide, manda en el avance
con mimo, con cuidado, con respeto
hacia el motor, el freno, los ataques
de piedras en la curva y la pendiente…
Coches, vagones; carga y atalajes,
velocidad, horarios, inclemencia…
Solo, con mano firme, inalterable
ante lo imprevisible,
la estación, la señal, siempre adelante…
Las llantas encabritan los desvíos,
ruidosas carcajadas espectrales
provocan las traviesas, el balasto
y el puente, las juntas basculantes…
Polvo rojo levanta por los pasos
apenas transitados de animales;
silba desagradable la trinchera,
acosan los cañaverales,
las afiladas rocas amenazan…
El puente queda atrás, y la señales,
y el poste del telégrafo,
en vértigos se pierden, infernales,
detrás de la montaña. El altozano
continúa en la curva, y el ensanche
lo enfrenta a la campiña. Sol y niebla,
lluvia, nubes. Las agua invernales
del tiempo desmenuza con el tiempo.
Horario, restricciones. Incansable
vigilia de control, manómetros y libros;
las paradas. Los cambios de rasante…
Velocidades máximas; rutina.
La noche. Luz de faro. Manantiales
al borde del sembrado…
Y solo, inmensamente solo, itinerante
el maquinista va.

pbernal
hierro y humo
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