TÚNEL DE SOMOSIERRA
Serpea por los brezos
el tren en un escorzo de montaña,
espanta con su ruido
a un sorprendido ciervo entre las jaras.
Hay un jabato cerca.
Un ruiseñor le canta a la mañana.
En el rocío flores…
El intruso se afana
y corre presumido
hacia el túnel, que ciega la alborada.
Y se apagan los ecos del paisaje:
el hayedo; las torrenteras blancas;
la nevada ladera de levante;
la fronda enmascarada;
la cinta negra de la carretera,
el sol, que se quedó en la encrucijada...
Se adentran los vagones
en la entraña,
y la noche domina.
Y la vida se calla.
Solo el bronco rumor bajo la cueva
cavada en la montaña.
Despunta de la noche
una luz telaraña
como una flor dormida que despierta,
como si se entreabriera una ventana.
Luego, con brusquedad, el día vuelve,
sale de la montaña
el hierro, y se acelera sobre el hierro
despendolado, porque va en bajada.
Y renacen verdores de ladera
—brezos, jabatos, ciervos; y la jara;
cántico de colores—
por la boca almenada.
Vamos hacia el poniente.
El azul resplandece en la distancia
y el horizonte, leve, se dibuja
en lontananza…
pbernal
hierro y humo
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lunes, 26 de enero de 2009
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