lunes, 13 de julio de 2009

ENFERMERA


Princesa blanca, tu presencia llena
de luces y alegrías esta sala.
Tu voz, cuando acaricia, nos regala
armas para romper nuestra cadena.

Alba paloma rítmica. La pena
por los pasillos huye con el ala
rota por tu cuidado de bengala,
de corazón ardiente y mano buena.

Esa bata presente nos anima.
La dulzura del trato nos serena.
Saberte tan cercana y primavera

hace que te tengamos en estima;
que te veamos como la sirena
del Ulises marino… Y enfermera.


pbernal
algo de ti
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Octubre del 56


Quisiera recordar la tarde última
en que Jesús Carrión junto a su perro
y la antigua escopeta, que le hizo vivir
la guerra y que engañado
decía no mató hombre, que a menudo
tiró al azar ¡Dios quiera un sólo herido!,
salieron hacia el campo, con las luces
lejanas y el dolor insoportable
de la vida acabándose, y un breve
cigarrillo liado aún con destreza,
y la barba amañada y tan vestido,
el sombrero a los ojos y en la estancia
dos mujeres que amó y en él vivían:
¿Qué quieres hoy de cena? -Me es igual,
haced vosotras. -Hasta luego. -Adiós.

Pero no puedo. Ni el disparo puedo
imaginar, ni el perro silencioso,
ni sus mujeres en la cama alzándose:
sólo la carta que una vez leí
hacia el setenta y siete y he perdido:
«Mañana, ya sabéis, comenzaría
la cura. Lo hago por no molestar.»


Jesús Urceloy
de "La profesión de Judas"
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