¿LA POESÍA DEBE ESTAR AL SERVICIO DE ALGO O DE
ALGUIEN? ¿DE QUÉ O DE QUIÉN?, ¿POR QUÉ?
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texto enviado por ADU a diariodeunsavonarola (15 de junio)
Como extracto del artículo (…), yo saco en conclusión estas ideas:
1.- La Poesía es un género minoritario (lo que ya sabíamos).
2.- Los festivales y demás maratones poéticos favorecen la supervivencia de la Poesía.
3.- En España la Poesía goza de buena salud.
4.- La Poesía permite su lectura en un lapso de tiempo muy pequeño, por lo que se adapta muy bien a la vida que llevamos.
5.- La existencia de las nuevas tecnologías no tiene porqué modificar sustancialmente la Poesía: se trata solo de un cambio de soporte, como pudo serlo el paso de la tradición oral a la escrita.
6.- La Poesía es la más íntima de las expresiones artísticas (me encanta, mi favorita).
¿La Poesía debe estar al servicio de algo o de alguien?, ¿de qué o de quién?, ¿por qué?
NO. No debe. Déjese al artista la libertad de crear y sean los demás quienes juzguen.
Yo nunca he admitido que exista una intencionalidad ética en la obra artística. Si eso fuera así, el artista podría ser un capullo, un cabronazo, y luego “redimirse” con la creación, decir por ejemplo “voy a hacer un poema de contenido social” y hacerlo, y sentirse bien.
No me lo creo.
Uno tendrá un planteamiento ético en general, con su propia vida, y entonces, el poema (o el cuadro, o lo que sea), como consecuencia lógica de esa generalidad que impregna su vida -toda ella-, será “ético” (si es que una obra de arte puede ser ética, que me rechina un poco, la verdad).
A continuación voy a hacer un pega de algo que escribí un día que me pegaste un corte de tres pares… y no colgué:
Escribir, o pintar, o diseñar un artilugio que dé una forma distinta a los churros del desayuno es poner a trabajar a las neuronas. Y mientras las neuronas trabajan para crear, no se entretienen en maquinar perversiones ni asuntos turbios. Solo ésto ya es loable, pero hay más: puede pasar que al crear, el artista proyecte lo hecho a los demás, como una especie de eco, y les sirva y les redima también.
La necesidad de crear como un impulso que nace desde muy dentro de uno mismo carece, desde mi modesto punto de vista, de un planteamiento ético. Tiene, si acaso, más de “estético” que de “ético”, aunque ya he escrito que las palabras que suenan parecido pueden tener algo que ver.
De acuerdo que en esa búsqueda de lo nuevo el artista se busca también a sí mismo, sofoca su grito interior… da a luz esa fuerza que chilla “sácame de aquí”, grito que, de no expulsarlo, puede volverse contra uno mismo y como un eco, contra los otros. Parecido efecto eco tiene cuando, al crear, el artista redime a otros. Pero para que esto suceda, han de ser procesos no conscientes, desde mi punto de vista.
De ahí a tener un planteamiento ético, hay un trecho. Al menos, tal como entiendo yo lo del plantearse algo, que lo entiendo como un acto a priori, anterior, consiente y buscado, que se produce “antes de” y no “mientras”. Algo así como un decir: ahora voy salvar al mundo y escribo (o pinto, o compongo, o hago churros).
La creatividad nos redime porque expulsamos nuestros demonios pero no tiene calificativo: no es ni ética ni inmoral, simplemente existe.
Así es como yo lo veo, pero es que siempre fui muy descreída.
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TODO SIGUE IGUAL
Todas las mañanas, cuando me levanto, me siento en la cocina, tomo mi primer café; fumo mi primer cigarrillo y contemplo desde la ventana mi pequeño jardín. Comenzar así el día es muy agradable.
No importa que llueva o nieve, ni que el sol esté afuera o no; es, quizá, el silencio de la casa, el trino de los pájaros, las nubes o la voz de la radio lo que hace sentirme tranquila, relajada; así proyecto el quehacer del día que comienza.
En el pequeño jardín, entre las plantas y el árbol, hay tres rosales. Cada mañana los observo. Dos de ellos son grandes, de tallos gruesos y hojas anchas y verdes, de un suave tono marrón rojizo en los bordes. Luego está el pequeño: tiene sólo un año y está separado de los otros. (Creo que es trepador).
Me hace gracia observarlo; parece que les echa un pulso a los mayores. En la primavera, ha sido el primero en echar brotes con una pinta de desafío que no se le puede aguantar: al contrario que los otros, es canijillo, sus ramas parecen de perejil, las hojas, suspiros, de color rojizo; con el aire se cimbrea que da miedo: parece que se va a romper.
Es tan jodídamente orgulloso que hasta tiene un pequeño capullo, y los otros nada; creo que los mira con una chulería que es mucho, y les dice: ¡Eh!, ¿en dónde está vuestra hombría?
Los otros le miran con indiferencia, y se hacen los suecos; pero él cada mañana demuestra su fortaleza, y se despierta con una hoja de más. Enclenque, canijillo, marroncillo: pero una hoja de más.
Yo le contemplo entre sorbo y sorbo, y le guiño un ojo; y él, a su manera, me saluda con la suave inclinación de su tallo. Le he puesto una varita y una cinta azul por miedo a que, en una de esas brusquedades, se me tronche. Creo que se enfadó un poco; pero luego, al primer soplo de aire, me lo agradeció.
pbernal
algo de ti
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Se olvidan antes las cosas que insisten que recuerdes.
Jesús URCELOY
de “tratado de urdelología”
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4 AUTORRETRATO ACTUAL
Soy la mujer que se va haciendo grande
entre arrugas y ojeras
entre rimel de tapar y carmín.
Tengo las piernas con bastantes pelos
y ningunas ganas de depilarme.
Quizás cuando llegue el nuevo verano...
Visto de blanco o negro,
no entiendo de colores intermedios
ni de acuerdos, aunque parezcan rosas.
Mis alumnos me hacen llorar a veces
pero nadie me ve porque me escondo
entre un libro de cuentos y una jaula.
Podría considerarme dichosa
si me hubieran enseñado a vivir
sola. Las semanas no se reparten.
Mis amigos viven bastante lejos
y cuando los veo dicen que miento
si estoy triste. Hay tantos cuartos secretos...
Cada vez voy leyendo más deprisa
y cuando pase algún tiempo y sea vieja
me libraré, por fin, de mis deseos.
Marisol Huerta
Puedo empezar así
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sábado, 18 de julio de 2009
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