jueves, 30 de julio de 2009

TEXTO DE PEDRO OJEDA ESCUDERO
publicado en el blog "la acequia"

La X edición de los encuentros de poetas Voces del extremo se ha celebrado en Béjar del 3 al 5 de julio. Estas jornadas poéticas han sido dirigidas, desde su inicio en 1999, por Antonio Orihuela.
En esta ocasión, se han centrado en el tema Poesía y tecnología y han sido coordinadas por Luis Felipe Comendador al frente de un equipo en el que cabe resaltar el trabajo de Celestino Miguel, Antonio Gutiérrez Turrión (coordinadores), José Luis Morante (asesor) y la eficaz labor en la gestión administrativa de Ángela desde la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Béjar. Todos ellos consiguieron que el encuentro contara con una organización perfecta.
Quiero resaltar aquí, por lo poco frecuente que es este hecho, la presencia constante y el apoyo institucional y personal de la Concejala de Cultura del Ayuntamiento de Béjar.
Correspondiendo a la invitación de los organizadores, expuse en la conferencia inaugural, que titulé Poesía en la red, las claves sustanciales del acercamiento a este fenómeno. Como publicaré el texto, apunto aquí que entiendo Internet como una consecuencia de la concepción del mundo tras el fin de la modernidad. Como herramienta, no puede existir sin que haya sido pensada con anterioridad a su diseño; también como herramienta, su formulación y su uso amplía las perspectivas iniciales y provoca cambios tanto en la mente humana como en las posibilidades de relación y en la concepción y fabricación de nuevas herramientas.
Aunque nació como una red de información institucional (con fines militares primero y científicos en un segundo momento), su evolución ha provocado, en primer lugar, la democratización del acceso a la cultura. El paso a la web 2.0 ha construido, además, la posibilidad inmediata de interacción en todo el proceso cultural: ya no sólo se accede a un texto sino que se puede intervenir en él, modificarlo, comentarlo, negarlo o afirmarlo y construir otro sobre el anterior.
Internet ha provocado la horizontalidad en la trasmisión de la cultura, puesto que en ella no funcionan las jerarquías ni los cánones. Todo pesa lo mismo en la red: es, por una parte, el cumplimiento de un sueño de colectivización del esfuerzo productivo de la Humanidad; por otra, la ruptura de la dependencia de las estructuras convencionales de dirigismo, sean cuales sean las ideologías que las sostengan.
En el proceso cultural que es la escritura poética, la red ha ampliado todas las posibilidades en cada uno de los elementos que intervienen en la comunicación artística. Algunas de las consecuencias de esta ampliación no gustan a los que tenían un mundo de comunicación fuertemente asentado en el sistema o en el antisistema. Es curioso cómo coinciden los argumentos de los detractores de este proceso de comunicación desde perspectivas ideologías divergentes y tradicionales. Sólo claman contra la horizontalidad en las relaciones humanas aquellos que opinan que no todos somos iguales ni podemos serlo: siempre me ha intrigado cómo algunas ideologías (en diferentes posiciones del espectro ideológico) sólo pueden soportar esta premisa de igualdad en la teoría y en la utopía pero nunca en la realidad, puesto que consideran necesarias las clases dirigentes para conducir al resto hacia su perfección dentro de una perspectiva lineal de la historia en la que ésta, como se pensaba antes, venía de algún punto concreto y se dirigía hacia otro, concebido como el Fin de la Historia (es un pensamiento en el que coinciden algunas religiones y algunos métodos de análisis históricos desde ángulos ideológicos bien diversos unos de otros).
Es también llamativo cómo se manejan, desde la moralización más conservadora hasta la más revolucionaria, algunas dicotomías que sólo simplifican el fenómeno pero ya no son válidas. Entre ellas, el argumento que enfrenta el mundo virtual con el mundo real. No exite esta separación y mucho menos si la etiquetamos desde valores de bondad o maldad: el mundo virtual es parte del real, no es algo paralelo ni ajeno a la intervención humana. Este maniqueísmo repetido sólo evidencia la simplificación de pensamiento del que lo usa y su incapacidad para comprender el mundo en el que vive.
También es falsa la afirmación de que Internet es un caos y que el ruido en Internet provoca la ocultación de lo que en ella existe. Es un tópico afirmar que el exceso de información de la red anula la posibilidad de hallar lo importante. No hay minas ocultas en la red: es contrario a su esencia. En poco tiempo (mucho menos que antes, cuando el conocimiento era guardado celosamente por los iniciados, se llamaran como se llamaran), con un poco de asesoramiento, cualquier persona puede encontrar cualquier cosa en Internet: hasta lo más extraño, políticamente incorrecto o incluso ilegal.
No menos falsa es la afirmación de que Internet es sólo un producto para el ocio o para el consumo de pornografía: quien afirma eso se basa en estadísticas interesadas que convierten todo lo que circula en Internet en dinero, es decir, suelen caer, al reproducir tales afirmaciones, en la trampa de aquello que critican, el mercado entendido como un sistema de conversión de la comunicación humana en capitalismo. Son curiosas estas ingenuidades ideológicas mantenidas por personas aparentemente muy concienciadas.
Por una parte, Internet permite la digitalización de todo lo que se ha producido en formato escrito en la historia de la humanidad: jamás se ha tenido un archivo-biblioteca más amplio, de acceso libre y rápido y con su posibilidad de reproducción e interacción. Negar esto es negar la evidencia porque uno está ciego. En Internet, además, por primera vez, cabe todo en el mismo espacio: lo que otras culturas han considerado su canon y lo que no lo ha sido (en palabras actuales, el sistema y el antisistema); los gustos asentados y mayoritarios junto a los minoritarios y los personales, etc. En Internet, por primera vez, se escribe con el mismo código de escritura lo que se ha fijado en cualquier alfabeto, en imagen y en sonido: nunca como en la red se ha compartido el mismo plano para cualquiera de los formatos literarios existentes.
Este hecho, aumenta las posibilidades de intertextualización de la poesía: un creador puede acceder a cualquier obra que le interese y conocerla de primera mano, en lengua original o traducida, en poco tiempo y con la suficiente información para contextualizarla.
En cuanto al productor de un texto, nunca ha tenido tantas posibilidades de autoedición a su alcance. En Internet, un escritor es libre a la hora de difundir su texto sin filtros editoriales, políticos o de clanes estéticos. También es libre a la hora de elegir el formato, desde el tipo de letra hasta su color, la imagen que acompaña o la música que necesita. Es un formato multimedia porque su esencia lo es y permite la divulgación de la obra desde la imitación de los formatos tradicionales a los más innovadores. Además, uno de las posibilidades abiertas en Internet es que ya, definitivamente, no hay un público, sino múltiples públicos con acceso inmediato y globalizado a lo publicado. El autor más extravagante y solitario puede encontrar miles de receptores de su literatura en la red. El más convencional y el más heterodoxo, también.
El receptor tiene acceso a una variedad de textos como nunca antes le había sido posible. Y, además, puede interactuar con ello. Esto es la base de conceptos básicos en Internet hoy como el de prosumidor o lectoautor. La distancia entre el productor y el receptor de un texto se han acortado y se basan en un continuo diálogo, más rápido y de mayor profundidad que nunca, porque ya no está sometido a un número limitado de personas (el productor y el receptor entendidos como únicos en el proceso tradicional de la trasmisión escrita o de un grupo reducido en la trasmisión oral) sino a la globalización del proceso, que ha roto tanto la limitación del número de los que podían participar en él hasta su ubicación en espacio y tiempo (los textos en Internet son accesibles desde cualquier parte del mundo y tiempo después de que se hayan producido).
Todas estas circunstancias han alterado notablemente el proceso de escritura y comunicación del texto artístico: su difusión es mayor pero también se han aumentado los conceptos de autor y receptor, que ya no son lo que eran en los últimos siglos.
Por otra parte, estas nuevas posibilidades fracturan algunas de las líneas de evolución desde que apareció el concepto de autoría según lo entendemos hoy (el hecho de que un autor firmara su texto no implica, necesariamente, conciencia de autoría según parámetros modernos). Cuando un texto se publica en Internet, el autor pierde los derechos que tenía sobre él. Estos pasan del ámbito de la jurisprudencia al de un pacto de confianza. En realidad, por muchos intentos que haya de regulación, en Internet el autor ya no es dueño de lo publicado. Puede demostrar que él es el autor, que él fue el primero en publicarlo, pero pierde sus derechos sobre la obra publicada: a partir de ahí, la autoría enlaza unos nuevos y sugerentes campos con la anonimía. Estamos, sin duda, ante una nueva forma de entender la obra literaria, más próxima a la transmisión tradicional de un texto en la oralidad, aunque no idéntica.
Pero Internet incide en la creación artística mucho más que desde la mera divulgación de una obra escrita antes de ser publicada en la red. Hace mucho tiempo que Internet dejó de ser un archivo estático de textos.
Por una parte, amplía la posibilidad de relación con otros creadores, la investigación poética (a través de la información y de la creación), la posibilidad del trabajo colectivo puesto que permite el contacto de autores de muy diferentes lugares, culturas y situaciones, etc. Aumenta el horizonte de la obra en construcción (obra en marcha, la llamó Juan Ramón Jiménez), que tanto ha obsesionado a los autores desde finales del siglo XIX: la red es dinámica y su fórmula es un continuo cambio.
Por otra, con las características técnicas del procedimiento de escritura en Internet, podemos jugar con mayor plenitud con la intertextualidad que hasta ahora y ampliar, a través de los enlaces, los hilos connotativos de un texto.
Con ser mucho lo apuntado, la mayor aportación de la red para la creación poética es otra. Es un espacio que parte de un nuevo concepto de escritura, en el que ya no hay tiempo ni referencias espaciales tradicionales (antes, después, arriba, abajo). En él todo se escribe en un mismo código binario: la letra y el silencio, los signos ortográficos, las imágenes y el sonido, etc. Por primera vez se ha facilitado al creador el uso de una herramienta compleja pero fácil de manejar en la que todo se sostiene en la misma escritura, que es accesible de forma global e inmediata, que contribuye a fijar de forma eficaz todo tipo de textos. Qué hacer con esas posibilidades y explotarlas estética e ideológicamente es algo que deben decidir los que producen esos textos y sus receptores. Y eso no ha tenido nunca, en la historia de la Humanidad, un horizonte tan abierto como en la red que, por otra parte, ya se encuentra en muchos otros lugares que no son la pantalla del ordenador.
Comprendo el vértigo de muchos ante la novedad y el riesgo que supone.
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Tras los desaires del amor queda siempre un airecillo que da asco.


Jesús URCELOY
urcelología
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La nada



Una mesa. Y un banco. Y el vacío.
La nada se apodera de la pluma
y se van de viaje a una nube que sube,
paso de caracol, por la escalera.
Un pájaro farfulla, y acudo, por si acaso,
pero vuela, vuela, vuela
a un suave trotecillo de gacela
y me deja su nada en la cortina.
Descubro que la brisa
capotazos le pega a la ventana,
y destrozan mis ojos pedazos de cristal
y de visillo en busca de la cosa
esa que yo buscaba tan… ¿me sigues?
Dos horas, tres; cuarenta…
Sudo la tinta. Subo la escalera.
Me aposento en la nube. Busco el nido
como depredador empedernido,
pero nada de nada. Yo en el banco
y en la mesa el papel, planchado, blanco.

pbernal
2002
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10 A UNA CARA CONOCIDA


Él siempre pone caras,
caras distintas:

con la del lunes
se siente sol y tarde
y calienta mis pies.

En su cara del martes
solo imagino risas
y ojos de cristal.

Con la del miércoles
nada se puede hacer
porque duerme y duerme.

Y en la del jueves
sale de copas
con chicas de clase

Nunca me enseña
su cara cansada
de cada viernes.

Los sábados
y los domingos
no da la cara.

Pero alguna tarde
de esas despistadas
aún nos queremos.


Marisol Huerta
puedo empezar así
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