TEXTO PUBLICADO POR NATI DE LA PUERTA EN SU BLOG
El viernes me escapé a Béjar. Una invitación tentadora de mi adorado Luis Felipe Comendador, absolutamente inevitable.
Hace 10 años que se celebra en Moguer este Encuentro de poetas y escritores, Voces del Extremo, que patrocina la Fundación Juan Ramón Jiménez y organiza Antonio Orihuela.
Pues bien, este año se ha celebrado en Béjar y lo ha coordinado Luis Felipe (esta es otra de sus páginas). Tres días que dan para escribir casi una wikipedia de emociones a flor de piel con lágrimas furtivas al escuchar algunos de los poemas, quereres infinitos y abrazos de oso, intensos y preciosos. Un lujo del que es difícil sustraerse.
Me he traído las alforjas cargaditas de emociones, de palabras tiernas, intensas, jóvenes, incisivas, veraces, comprometidas, auténticas, que voy saboreando a ratitos. Pero intentaré resumirlos en tres grandes momentos.
Y empiezo por el último, para abrir boca. Momento Jamón y anécdota preciosa. Béjar es un paraíso del cerdo ibérico bien tratado, masajeado hasta darle bonita forma y equilibrador de colesterol. Qué voy a decirles que ustedes no sepan. Jamón de Guijuelo le dicen.
LFC me consiguió una cita con Santiago González, que vende el mejor jamón de Béjar, que les recomiendo vivamente (Sierra de Béjar, S.L., tel. 923403184, sierradebejar@telefonica.net te los manda a casa y son soberbios). Fui con mis dos poetisas de cabecera (Joana y Belén). Al presentárselas a Santiago, este caballero, sabio donde los haya nos dijo "¡qué suerte saber escribir bien! Yo no fui a la escuela y hace ansiedad no saber hablar!". La vida es la mejor escuela, le dijimos, tú te pones a hablar de todo lo que tiene que ver con los jamones y lo bordas, y bla y bla. Porque él insistió: "hace ansiedad no saber hablar, por eso quise que mis hijos fueran a la Universidad".
Belén no tuvo los reflejos en ese momento para darle un poema que llevaba en el bolsillo. Luego, en la sala, nos emocionó con él. Me ha dado permiso para ponerlo aquí, y aquí se lo dejo, disfrútenlo:
SER ALGO
La analfabeta sabe repasar con hilo las costuras nacidas,
estuvo recogiendo caracoles en la tarde de lluvia,
mientras barría el patio, se agachó a separar semillas de alegrías,
ventiló cuando el sol ya no daba de lleno al fondo de los cuartos.
Mañana podrá lavar sábanas y secarán, la bruma en aquel prado
trae siempre sol y aire, también habrá de ir a ver
si hay cantarelas al borde de los castaños, si están cayendo los erizos
o aguantarán hasta bien entrada su estación.
La analfabeta cuenta de dónde viene el agua de la fuente de abajo,
cuándo se hizo el caño, las veces que se ha secado y cómo mana
siempre por la fiesta: nunca se vio que faltara agua
cuando hay que limpiar las calles para los invitados.
Se ha secado los ojos al contar que ya entonces
su padre la llevaba y la traía a escoger para casa
lo que necesitaban, mucho menos que ahora.
Entonces sí valía lo que hoy hacen sus manos.
La analfabeta sabe que yo no sé hacer nada
de lo que me ha mostrado; me dice que ella quiere
para su nieta lo mejor, que estudie, que encuentre trabajo.
Al cerrar la cerca me ortigo los tobillos mientras cae su voz:
"que pueda irse de aquí, que no sea como yo, que sea algo".
©Belén Artuñedo
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Hijos de la bonanza
II
‹‹HIJOS de la bonanza›› nos llamaban:
los que no conocieron ni la hambruna
ni las agudas larvas de estridencia
chillando en el oído por las bombas.
Y cuando nuestras piernas tan delgadas
caían y sangraban porque el parque
era de un hormigón armado y frío,
se quedaban callados, observando
nuestro llanto con un gesto de sorna.
Debíamos vivir y dar las gracias
por la ocre rozadura en la garganta
que provocaba el aire al refugiarse.
Agradecer las flechas de las nubes
y que un fango lechoso a nuestros pies
– en un último gesto agonizante–
le mordiera las botas al progreso.
¿Y cómo agradecerles la alegría?
La risa provocada por los hombres
inocentes del mar
cuando se encaminaban hacia el río,
dispuestos a bañarse entre excrementos.
También estaba el tedio
de tener que explicarles a los niños
palabras como pueblo indio, oso
pardo, ballena azul o lince ibérico.
Pero esto eran minucias, sacrificios
en nada comparables
con todo lo sufrido
por aquellos que ahora nos decían
‹‹hijos de nuestra sangre››, tan severos.
Aunque a veces, es cierto, no era fácil,
simplemente intentamos ir viviendo.
Haciendo caso omiso a los escrúpulos,
al vacío que moraba en nosotros,
hijos de la bonanza;
los hijos de los hijos de la ira,
herederos de todos los despojos.
Ben Clark
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Se olvidan antes las cosas que insisten que recuerdes.
Jesús URCELOY
urcelología
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Entre bambalinas
(para Cati Díaz)
El arrugado texto en mano temblorosa.
Una sala pequeña se amontona
(estrecho camerino de comuna)
de nerviosas esperas.
El peso del papel en la memoria
se adivina en el rostro recompuesto,
perfilado de leve maquillaje,
tras de las bambalinas.
Con palabras de aliento y confianza,
mide la directora la fuerza de la danza.
Le dice a cada una: ¡estás divina!
Y el aforo calibra su mirada
escondida en el lienzo,
entre las bambalinas.
En el colmado patio
cede la luz su sitio con sordina.
Se apagan lentamente los murmullos
y sólo un sol alumbra el escenario.
Ocupándose va. Como un rosario
de colores y encanto; de andar de bailarina
con figuras que salen apocadas
de entre las bambalinas.
Brillan entre temores de novel.
Recitan su secreto y su calvario
bordando su papel.
Elucubran, conspiran, aman, mienten…
Cuando las emociones o la risa
a las tablas salpican con su brisa
trasciende la cocina
y vibran auditorio y bambalinas.
Avanza la función. Ya todo pasa
como en la vida o en la propia casa:
el discurso camina más fluido;
los pasos, naturales.
De momento en momento
a la vista se cuece el argumento,
y en ese desvelar de la sorpresa
el final se vislumbra, se avecina.
No sin preocupación. La directora,
mira, respira hondo y se domina
entre las bambalinas.
El aplauso final: música lenta,
embriagadora, mágica y eterna
penetra en el oído. Desbordante:
como la mansa lluvia en la pradera.
Empapa los sentidos, enardece
el noble corazón de la farándula,
pues sólo su sonido
apaga los vacíos de la farsa
y llena los bolsillos de auténtica soldada.
Saludan con donaire. Solicitan
tan sólo ese minuto de gloria, bien ganado,
y, huérfanas, las tablas abandonan:
la luz, el decorado…, hasta quedar ocultas
detrás de la cortina de cretona,
anónimas, sutiles, cristalinas.
Un poco más allá de bambalinas.
pbernal
2002
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en el tumulto
una vez más los hechos
quedarse sin la voz
es morir sin leyenda ni atavío
no pierde la garganta su costumbre
de canto atravesado en el tumulto
alzar la voz apenas y no sé
lo que dije enseguida y este cuerpo
se va de la palabra es doloroso
nacerse y no lograr lo que sucede
no derramar escombros son los hechos
abrirse en la limpieza del punzón
Helena Rodríguez
nunca-de-sus-ojos
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miércoles, 29 de julio de 2009
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