viernes, 10 de julio de 2009

MI ESTRELLA


Allá, donde el infinito,
en la bóveda lucerna,
por encima de las nubes,
está mi estrella.

En las tardes del estío,
cuando el crepúsculo reina
y apacigua
los calores y las penas,
en medio del firmamento,
está mi estrella.

En las noches procelosas,
ladrilladas de maleza
que se derrama en un río…,
está mi estrella.

En la alborada radiante
o en mañanas de tormenta,
sin reparar en las nubes
que hay tras ella,
te contemplo con los ojos,
te imagino bien despierta
y me miro en tu mirada.

Y en mi estrella.

pbernal
algo de ti
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Menos que nada


Ayer mismo tejías con tu afán
en las ramas desnudas de los árboles
el lino de los sueños,
o subías al cable, y allí filosofabas
mirando desde arriba nuestras cuitas,
estos afanes nuestros, hechos también de ramas
que han perdido y ganado tantas veces
como el mundo sus hojas. De qué modo
sostenías tristezas y alegrías
trabajando con mimo tanto aire,
panadero celeste, levadura
de un pensar insaciable
que miraba tus vuelos y revuelos
y tus alegaciones y tus algarabías
como trajín humano.
Ay, pequeño gorrión, cuanta materia
había en tu jornada, cuanto peso
en ese corazón. Más que columna
era tu pulso, sosteniendo el sol
o metiendo la noche bajo el ala
donde tú la ordenabas con el pico,
o con el pico en alto
esparcías estrellas a lo ancho
como el que escoge el grano.
Si a mi mano viniste alguna vez,
pude dar fe de tu increíble vida,
que quemaba en los dedos como un ascua.
Estas negras heladas o la vejez o el hambre,
hambre de ser y sed de tantas hambres,
te llenaron de frío, y hoy has muerto,
como hoja también, al pie de un árbol.
Al levantar tu cuerpo daba miedo
lo poco que pesabas habiendo sido tanto,
menos que plumas solo,
menos que nada
y esa nada también, mas de otro modo,
me han quemado las manos.
Ay, mi pobre pardal, dime tú ahora
En este desamparo
qué hará con tales manos tu poeta,
que ni para pedir limosna sirven.

Andrés Trapiello
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