TEXTO EXTRAÍDO DEL BLOG DE PEDRO OJEDA
(voces del extremo)
Es un acierto la continuidad de Voces del Extremo. Su propuesta inicial buscaba dar espacio a perspectivas poéticas y poetas que no suelen alcanzar gran presencia en los ámbitos editoriales de gran difusión y tampoco en los académicos. También es de elogiar el esfuerzo por juntar a autores con una trayectoria ya consolidada durante años junto a jóvenes que acaban de comenzar su obra. En sus propósitos iniciales, Antonio Orihuela indicaba que Voces del Extremo quería recoger e impulsar discursos poéticos dispersos en los años ochenta que tenían en común la mirada crítica al capitalismo. Es, por lo tanto, un encuentro cargado en sus propósitos, de posicionamiento ideológico contra el sistema. Repasar los temas de los encuentros celebrados hasta el momento aclaran esta perspectiva. Y esto es también un acierto: el arte aun lejos de miradas románticas, tiene una profundidad de análisis de la realidad desde el individuo que no debe perder. Entre otras muchas cosas, claro.
En el encuentro celebrado en Béjar estuvo presente esta perspectiva en un amplio abanico de realizaciones y estéticas. Fue muy interesante el debate suscitado en las mesas redondas, de las que quiero manifestar aquí las cuestiones más intensas.
Hubo quien hablaba en los debates desde discursos que sonaban a viejos marxismos que parecían no haber asistido al fracaso de la Unión Soviética, la caída del muro de Berlín y la evolución de los sistemas comunistas asiáticos hasta el descubrimiento de un nuevo concepto de capitalismo. Fueron los que se manifestaron más reacios a las posibilidades de Internet porque veían en esta herramienta una fórmula más de control mental ideada por el sistema, un nuevo opio para el pueblo y una realidad en espejo que, a través de la simulación de la realidad, interviene en las decisiones individuales para alienarlas. Para ellos, en Internet no hay verdadera libertad ni ningún proceso de horizontalidad ni de democratización en el acceso a la cultura. Para muchos esto no es posible no por la herramienta en sí, sino porque en el mundo no hay verdadera democracia, con lo que venían a negar el uso de la herramienta por algo anterior a ella. Entre sus voces, hubo quien manifestó que Internet suponía un paso más hacia la infantilización de la sociedad promovida por un poder omnímodo que pretende el control del mundo con el único objetivo de fomentar las bases del sistema capitalista. No supieron explicar las razones por las que Internet sufre censuras en países próximos a su perspectiva ideológica.
Me sorprendió mucho una de las afirmaciones que se hicieron sobre el predominio de lo visual en Internet -cosa que es falsa si no se matiza- adjudicando a la imagen una filiación con el sistema, como propaganda. Me sorprendió, primero, porque la escritura que tanto defendían contra la imagen nació, precisamente, como código secreto de comunicación entre las élites y ha demostrado que no es válida para llegar a la totalidad de los seres humanos porque cualquier texto escrito exige un esfuerzo intelectual y más aún el que transmite ideas. Dicho esto, por supuesto, sin pretender abandonar la escritura como forma de explicar el mundo e intervenir en él. Por otra parte, es fácil demostrar que si la imagen ha sido usada por los gobernantes también ha sido usada con la misma eficacia por cuantos revolucionarios han sido en el mundo. Por último, en el arte negar las posibilidades de la imagen es negar la evidencia y suprimir, por decreto, aportaciones tan interesantes como la poesía visual o la objetual. Este viejo enfrentamiento entre la imagen y la palabra está ya superado tanto por el discurso teórico como por la realidad. Y en Internet, ambos procesos de escritura -alfabeto e imagen- se llevan a cabo con el mismo código binario.
Otros sectores son más actuales en sus perspectivas antisistema. El lenguaje en el que hablaban es común al de los movimientos antiglobalización y no negaban las posibilidades de Internet para la difusión de sus principios ideológicos.
Como sabéis los que me seguís desde el inicio de La Acequia, planteo siempre mi pensamiento desde perspectivas críticas, pero no comprendo aquellos que no comienzan primero con la autocrítica y la comprensión del otro.
En las mesas redondas se abrieron perspectivas muy amplias en las que se abordaron los conceptos de autoría en la red, las posibilidades enormes de autoedición con todas las ventajas que eso supone para el autor, la facilidad de Internet para la divulgación de los escritos, las posibilidades para establecer contactos con otros autores, etc. La mayor parte de los participantes en el Encuentro tenían espacio virtual propio de uno u otro tipo. Me gustaron mucho, en este sentido, las aportaciones de Fernando y Fabio Rodríguez de la Flor, Uberto Stabile y Marino González Montero.
En cuanto a las lecturas poéticas, fueron una buena muestra de la poesía actual en España, tanto en lo bueno como en lo malo. Para ser sincero, no vi tanto Extremo como Voces. En algún caso, ecos, como diría el poeta (como anécdota contaré cómo uno de los poetas recitó un poema dedicado a su bicicleta haciendo ver que no había copiado a otro obra de uno de los allí asistentes, para quien lo leyó casi como homenaje de hermandad: ninguno de los dos mencionó el poema de Alberti al que -no sé si sabiéndolo o no, en ambos casos sería muy significativo- glosaban). Nada de lo que vi es diferente a lo que conoce cualquier aficionado medio a la poesía. La calidad, a mi juicio, fue irregular.
El formato de las lecturas poéticas cuenta con un problema inicial, ya conocido. Recitar poesía -en cualquiera de las variantes del recitado, desde el canto, la salmodia, la performance, hasta la lectura discreta- supone la trasmisión oral de algo escrito. Si lo escrito no busca la oralidad desde el inicio, la lectura fracasa. Este formato debería dar pasos ya -como en otros encuentros de poetas internacionales y en cualquier ámbito de la comunicación- hacia el uso de herramientas multimedia, incluidas las posibilidades de la red: ganarían. La poesía no existe si no es eficaz y el nivel de eficacia en la lectura de un poeta suele dejar mucho que desear. En este sentido, los mejores poemas que se escucharon fueron recitados en árabe por Mohamed Abid, porque el género de poesía árabe al que pertenecían no ha abandonado, por suerte, las fronteras de la oralidad.
Por eso mismo, se oyeron malos textos bien recitados que fueron muy aplaudidos y magníficos textos mal leídos que no lo fueron tanto. Hubo quien se decantó por el espectáculo, por la performance o antiguas propuestas del dadaísmo. Yo eché de menos, en estos casos, ensayo y un cierto sentido de la profesionalidad. Algunos de estos textos eran meros apuntes a la espera de alguien experto en propuestas escénicas que les dé todo el valor que tenían.
De lo que escuché, me sorprendió que la mayoría de los textos pertenecientes a las estéticas del compromiso miraran su temática desde arriba (sea esta de denuncia, revolucionaria, con perspectiva de género, antisistema, etc.), casi con un sentido de la caridad o de la mala conciencia. Desde hace tiempo, cualquier buen artista sabe que el compromiso tiene una mirada frontal, que para que esta poesía sea eficaz debe darse desde dentro del problema, buscando el núcleo de las cosas y hablar desde ese centro. Los ejemplos escuchados del movimiento llamado poesía proletaria no fueron buenos por esto, entre otras razones, y porque fueron mal leídos: unos por defecto y otros por exceso. Y cuando una poesía comprometida no es eficaz, pierde todo su sentido. No sirve ni siquiera como propaganda en el combate ideológico (escribir buena literatura de propaganda no es tan fácil como se piensa, aunque escribirla para que te aplaudan los amigos sí lo sea). Y es una lástima, porque el mundo está más necesitado que nunca de artistas comprometidos y de miradas críticas.
La poesía intimista (entendida ésta en un amplio sentido) leída tuvo una mayor altura media: quizá porque su lectura tiene una expresión verbal menos arriesgada. La mayoría de los buenos poemas que oí pertenecen a este tipo de estética y habían sido escritos por mujeres, como Belén Antuñedo, feliz reencuentro mío con ella. He de hacer una salvedad: los textos de Antonio Gómez fueron extraordinarios, una sorpresa para mí porque yo le admiraba sobre todo por su poesía visual.
Hubo excelentes propuestas que juntaron tanto la calidad de la obra como el recitado adecuado y se debieron a Jesús Urceloy y Ben Clark. También me gustaron algunos de los microrrelatos de José María Cumbreño y aforismos de José Miguel Mangas, tan difíciles de cultivar precisamente por su abundancia hoy. Y me sorprendió agradablemente Elías Moro.
Curiosamente, el mejor de los poemas que escuché se leyó fuera de programa, para rellenar el hueco de alguien que llegó tarde. Era de Luis Felipe Comendador. Se trataba de un poema que giraba sobre uno de los temas mejor cultivados por este poeta: la pasión y la poesía. La pasión, en suma. Qué otra cosa resume la poesía.
Pero un encuentro de poetas de este tipo es algo más que lo explicado. La oportunidad de pasar unos días juntos, intercambiando vida y libros, relacionándose y conociendo la obra de otros, es lo mejor de este tipo de actividades, aunque no figuren en el Programa. Asistiendo juntos, además, a las actividades programadas (que fueron muchas y buenas, desde las exposiciones hasta las actuaciones en el Teatro Cervantes, pasando, por supuesto, por las de la Venta del Bufón). Por eso, debe alentarse la celebración de este tipo de actos.
Hago constar aquí que al único poeta que no pude oír recitar fue a José Luis Morante, porque tuve que salir hacia mi domicilio por cuestiones familiares graves. Le pido disculpas.
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Jesús URCELOY
Por las horas celestes, de lujo vespertinas,
educado al azar de una audiencia incorrecta
donde quien ama escribe que hay rosas y hay espinas
ronda esta voz sin miedo, porque el miedo no afecta,
ondas sin mal de altura, ondas de sed cadente,
moléculas que al alma son música perfecta.
Aquí escalando el cuerpo desde la boca ardiente
rotas las cuerdas, lleno de abisales honduras,
troca su fe en la historia por oculta, valiente.
Y en el silencio cómplice que son las ataduras
necesarias del hombre, donde ajena es la suerte
el hombre se hace boca, y en palabras se vierte.
Zócalo que a la noche deja a la noche a oscuras.
(© URCELOY. Declamado,
y luego publicado
en “voces del extremo” Béjar 2009.)
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El músico
(Cuento de Villiers de L´Isle Adam)
Cerca de la frontera,
entre picos serranos y montañas,
dos pueblos caminaban de la mano,
prósperos los pudientes,
los pobres, pobres,
mayoría de primos y de hermanos.
Un poeta medraba
a costa de cantar en cada esquina
musicando sus versos y sus cantos,
mas con el frío nadie lo auxiliaba.
Se tiró al monte, y el violín usaba
a modo de escopeta,
pues la luz de la noche conspiraba
con su miedo y su treta.
Andaba un caminante por la senda
que cruza la montaña,
y se topó con el del instrumento,
que la bolsa, cortés, le requería
rápido y al momento.
Llegó limpio a su casa el asaltado,
y una historia tejió de bandoleros,
disparos y pistolas
en donde su valor de caminante
sobresalía justo, como un guante.
Corrió la voz el pueblo
y al otro pueblo se corrió a voz.
Pero los principales,
con su pericia y su saber sagaz,
al hombre acorralaron
hasta que le arrancaron la verdad.
Mas nada pregonaron en el pueblo,
miedoso de ese mal.
Cercano el día de cobrar la renta
los amos dispusieron
con escándalo y miedo del lugar
montar una carreta
con provisión de fuego de escopeta
para salir al campo a recaudar.
Sus mujeres, ajenas al enredo
urdido por los ricos,
la partida lloraban de los bravos
y heroicos maridos,
temerosas
de que cayeran presos en las manos
de la terrible banda de bandidos.
Ellos regocijaban sus adentros
mostrando valentía,
mintiendo prepotentes
con la falacia vil de su osadía.
Partieron de mañana.
Las tasas en el carro cosecharon
amontonando bolsas de monedas
de pobres aparceros.
A la noche volvían
prietos en el crujir de la carreta.
En el camino abrían
sombras de luz al fuego del farol
y temores templando en la escopeta.
El cruce de senderos. Resplandores.
Mil sombras acechantes que se inventan,
se vienen y se van.
El postillón requiebra
con pulla y latigazos a la bestia,
y los hombres armados se consuelan
para salvar su bolsa de dineros.
Atesora la noche embravecida
chirriares de carreta.
Galopes de caballo. Rechinares de dientes.
Y hasta suena, lacónico, un silbido,
cuando se escapa un tiro,
y brota de la noche, iluminada,
nefasta balacera
de sombra en sombra y desde carro a carro.
En el bosque cercano,
bajo la telaraña de una triste cabaña,
el músico, con dos de sus secuaces
vecinos de los pueblos, se reprime de miedo
al escuchar disparos tan cerca del lugar.
Al silencio se asoman, cuando cesan.
Al cruce se aproximan temerosos,
y encuentran dos carretas
de muertos enemigos bien repletas.
Un triste bandolero le dice al compañero:
— estos son de mi villa.
— Y aquellos de la mía, —le responde—:
vayamos, avisemos… pero ¿a dónde?
— No se lo creerán, -les dice el vate-:
de nuestra historia siempre dudarán.
Y las bolsas tomaron de dinero.
Cruzaron la frontera
y tierra de por medio le pusieron.
pbernal
2002
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9 LAS DOS CASAS
Tengo dos casas y las dos son tristes.
Una es grande, llena de habitaciones
y un jardín con celindas desgarbadas
que separan tu lado de mi lado.
Por dentro las paredes están sueltas
y tengo que escapar
porque me asusta el derrumbe y su ruido.
Desde mi cuarto
aún se escuchan los pasos,
las canciones, la tele,
las voces, los abuelos,
los chicos, la piscina,
el sillón, el libro, mi soledad,
manos deslavazadas
como si no supieran
dónde está el grifo roto.
La otra casa es pequeña,
solo tiene un salón lleno de libros,
montones de óperas italianas
y un cuarto con la cama
donde dormimos.
El sofá es comodísimo
y allí paso los mejores momentos,
esos ratos pequeños
que lavan la casa de suciedad.
Aquí no se escucha tele ni fútbol
pero las manos también están torpes,
las mías recogiendo los papeles,
las suyas distraídas con las teclas
de un frío ordenador.
Mis hermanos me dicen
que coja la celinda de una casa
y el sofá de la otra
y me vaya a vivir a cualquier sitio
pero no sé qué hacer
Marisol Huerta
Puedo empezar así
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martes, 28 de julio de 2009
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